Se le llama así porque es una fusión de los credos redactados en el Concilio de Nicea (325) y en el Concilio de Constantinopla (381). Estos concilios defendieron la verdadera naturaleza de Jesús frente a dos herejías: el Arrianismo negaba la naturaleza divina de Cristo, y el Monofisismo su naturaleza humana. Apoyándose en la tradición que les había llegado desde los Apóstoles, los concilios condenaron ambas herejías y declararon que Jesús era ciertamente verdadero Dios y verdadero hombre. El Catecismo nos explica (Nos. 245-7) que la afirmación de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (en el texto latino: Filioque) no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa San León la había confesado dogmáticamente el 447, antes incluso que Roma conociese y recibiese el símbolo de 381, en el Concilio de Calcedonia del año 451. El uso de esta fórmula en el credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina. Sin embargo, todavía hoy, es un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas. Credo de Nicea Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la Tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado, no hecho, siendo de una substancia con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas; quien por nosotros los seres humanos y para nuestra salvación descendió del cielo, y fue encarnado por el Espíritu Santo de la Virgen María, y se hizo hombre, y fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato. Padeció y fue sepultado y al tercer día resucitó conforme a las Escrituras, ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá otra vez en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos y su reino no tendrá fin. Creemos en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de la vida, quien procede del [Padre y del Hijo*] [italics], quien con el Padre y el Hijo debe ser adorado y juntamente glorificado, quien habló por medio de los profetas. Creemos en una sola Iglesia, santa, universal y apostólica. Reconocemos un solo bautismo para la remisión de los pecados y esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén. * las frases en letra itálica han sido agregadas posteriormente y aceptadas por muchas iglesias