Siglo XVII y XVIII: Fuentes
Peter Lindeström
En el segundo cuarto del siglo XVII sale de Wallmüden una nave sueca con el propósito de fundar una colonia en las Indias Occidentales. Entre sus ocupantes, que son todos de confesión luterana, viaja Peter Lindeström, autor de una obra llamada Geografía Americana, Viaje a Nueva Suecia, escrita entre 1654 y 1656 y publicada por primera vez en Filadelfia en 1925. 1 En ella relata que en el camino al Nuevo Mundo sufren una violenta tempestad durante más de dos semanas que les desvía de la ruta y les deja en Gran Canaria.
A pesar de que al llegar son saludados con salvas de cañones, temen no ser aceptados por la población y pasan la noche traduciendo sus pasaportes suecos al latín. Al día siguiente por la mañana les visita el gobernador de la isla D. Philipo Disalogo con una gran comitiva. Ven con alivio como sus pasaportes en latín son bien aceptados e informan de cómo han acabado en la isla a pesar del destino de su viaje. El gobernador se interesa por saber si algo de lo que transportan en el barco puede ser de su interés y los suecos le regalan dos prendas de lino fino de Holanda y ocho piezas de jamón ahumado que son recibidos por D. Philipo con gran aprecio. Agradecido les autoriza a bajar a tierra mientras estén anclados en la isla. De esa breve estancia y de sus peripecias nos cuenta lo siguiente el luterano Peter Lindeström:
1. Nada más pisar tierra fueron recibidos a pedradas por los canarios: «Cuando llegamos a la ciudad, la gente comenzó a murmurar y a congregarse a nuestro alrededor, recogiendo piedras para tirárnoslas, por lo que muchos fuimos malheridos; enseguida Mr. Rijsingh [así se llamaba el que estaba al frente de la expedición sueca] nos envió a mí y al teniente de navío Gyllengren al palacio del gobernador para quejarnos de que no podíamos pasear tranquilos por las calles. Inmediatamente llamó a uno de sus oficiales mayores, a quien dio instrucciones para que un oficial fuera por toda la ciudad y a la entrada de las calles, acompañando de varios pregoneros y tocando tambores, a proclamar y anunciar que si, de una forma u otra alguien se atrevía a tocarnos o atacarnos, perdería la vida. Después de esto pudimos pasear por las calles en paz.» 2
2. Para desagraviarles el gobernador les invita a su palacio y les agasaja por todo lo alto: «Por la tarde el gobernador envió a uno de sus hombres a nuestro hospedaje e invitó a Mr. Rijsingh, y a todos los oficiales, a cenar el día siguiente en su palacio, pero no a una comida cualquiera tal como carne, pescado, pan u otras cosas, sino a cien platos de dulces de las frutas que crecen en las islas, así como a varias clases de los vinos que se pueden obtener en Canarias. /…/ Envió muchos negros con sombrillas para acompañarnos. Cada negro llevaba una sombrilla sobre la cabeza de un oficial para protegerla del los rayos del sol. /…/ En el palacio del gobernador fuimos tan magníficamente tratados que la pluma no puede describirlo. Nunca habíamos visto una cena tan suntuosa, con solo dulces, ni hubiésemos podido imaginar que sería posible encontrar tantas frutas creciendo en una sola tierra. /…/ Durante la cena se tocaron trompetas y timbales. Cuando llegaron los brindis, el gobernador empezó con uno por nuestra muy graciosa majestad, la reina Cristina, antes de que por su real majestad el rey de España, algo completamente contrario a la costumbre española /…/ Durante los brindis por sus majestades fueron disparadas dobles salvas.»3
3. Constatan que los monjes tenían la costumbre de intentar convertir al catolicismo por varios métodos a los luteranos que llegaban a las islas: «El 23 de marzo /…/ un grupo de monjes y hermosas religiosas entraron en nuestro alojamiento, queriendo de este modo, clandestinamente, molestarnos, como es su costumbre cuando hay extranjeros en su país, pues buscan cualquier oportunidad para interrogarlos sobre su religión y averiguar si están seguros de su fe. /…/ nuestro anfitrión, el cónsul Lievent, /…/ fue rápidamente a la mesa, cogió la fuente con el pollo y corrió con ella hacia otra habitación /…/ pues aunque entonces era un buen católico, antiguamente había sido luterano y /…/ no había renunciado a comer carne durante la Semana Santa /…/ había preparado secretamente la comida según la costumbre luterana, no suponiendo que vendrían monjes. Si lo hubiesen descubierto, se habría expuesto a un grave castigo y expiación. Cuando los monjes aparecieron en la puerta, nos dimos cuenta de su intención y nos levantamos inmediatamente de la mesa, como si nuestra comida se hubiese terminado, y entramos en conversación con ellos y las bellas y encantadoras monjas para granjearnos su amistad; y los invitamos con vino y azúcar confeccionada, que aquí son muy baratos. Eran auténticos hermanos bebedores e hicieron completa justicia a la copa.
Con respecto a esto, no quiero dejar en silencio la razón por la que nuestro anfitrión se convirtió al catolicismo. Vino aquí en un barco sin medios para seguir; a pesar de ser muy educado, la suerte le fue contraria y no le favoreció en nada de lo que hizo o emprendió, por lo que no pudo continuar, según sus intenciones: Por último, conoció a su esposa, con la que luego se casó, que era una monja de grandes medios; de modo que su belleza y encanto, así como sus riquezas, lo persuadieron para adoptar la religión católica, ya que no podía conseguirla a menos que se convirtiera a esa religión, lo que finalmente prefirió hacer antes que abandonarla. Desde entonces las cosas de este mundo le han ido bien, pues en todo lo que ha participado la suerte le ha favorecido, pero cómo lo pasará al final, en la otra vida, cuando ese momento le llegue seguramente sólo él lo sufrirá.
Cuando viene luteranos a su país, es costumbre de los mojes intentar seducirlos y atraerlos a su religión, cogiéndolos con las siguientes y principales redes o trampas, a saber, primero les muestran el esplendor religioso de sus monasterios, explicándoles y alabándoles los más altos cielos; en segundo lugar, traen consigo a las monjas más bellas, encantadoras y ricas que existen en el lugar, de modo que si no pueden conseguirlos de una forma, piensan que los pueden captar de otra. Además entre los católicos, las monjas creen que si una de ellas se casa con un luterano y él recibe la religión católica, será más bendita, santa y grata ante Dios que una que se case con un hombre de su propia religión. Los monjes las motivan a imaginarse y creer en tales cosas. Cuando se celebra un matrimonio de esa clase, le dicen: ¡Oh, cuan bendita te has vuelto ahora ante Dios, pues a través de tu virtud, piedad y belleza, has conducido ante Él un alma que de otra forma se hubiera condenado eternamente. Sí, verdaderamente, tú puedes ser llamada avis rara! Por este motivo, desean vivamente poder engañar y atraer a un luterano.» 4
4. Un monje discute con Peter Lindeström procurando convencerle de que tiene que postrarse ante unas imágenes: «El 24 de marzo, los monjes volvieron /…/ invitándonos a visitar sus monasterios /…/ fingiendo un gran cariño y amistad /…/ querían iluminar a quienes eran extranjeros y nunca habían conocido tales santidades. /…/ uno de los monjes, que era un consumado bribón, me dijo: Ven aparte conmigo, detrás de las columnas; allí te mostraré algo. Lo seguí y cuando llegamos, lo único que se veía era un espléndido crucifijo de Cristo y una imagen de María /…/ pero lo hizo para discutir y estar a solas conmigo. Se arrodilló y se persignó delante /…/ y luego, con mucha descortesía, me habló, diciendo: ¿No es verdad que usted pertenece al mismísimo demonio, con piel y pelo, vida y alma, y que se atreve a implorar a Cristo sin un intercesor? Usted monje diabólico, contesté, usted pertenece a ese hombre, ya que Jesús es mi verdadero intercesor. He oído bien, dijo el monje, está loco y fuera de juicio; no es bueno tratar con usted. Lo dejé, pero él se arrodilló ante el crucifijo de Cristo y la imagen de María e inmediatamente me siguió. Cuando me alcanzó, dijo: Sí veo que usted es una persona condenada, que no estima ni el crucifijo de Cristo ni la imagen de su madre María, a los que, incluso, no hizo reverencia o inclinación. No, dije, no tengo ninguna necesidad de arrodillarme ante una imagen de madera, como usted hace. Creo que debería ir a un bosque espeso; allí tiene suficiente madera ante la que arrodillarse /…/« 5
5. Peter Lindeström es apedreado por no arrodillarse en una procesión de Semana Santa. «Cuando estuvimos en Gran Canaria se celebraba la Semana Santa /…/ [nuestro autor se encontraba en la calle un día de procesiones, y al pasar ante él una imagen de la Virgen María dice que]: «toda la gente que estaba de pie en la calle se arrodilló rápidamente gritando: Santa María, ora pro nobis. Pero yo, que no me arrodillo ante una imagen de madera, permanecí de pie. Cuando la gente se dio cuenta, una lluvia de piedras pasó volando alrededor de mis oídos. Donde yo estaba había una infinidad de monjas arrodilladas. Al observar esto, las pobres tuvieron compasión de mí y, deseando salvarme, me cogieron por mis vestidos y me tiraron de esta manera al suelo, donde me senté en una piedra. Cuando la gente ya no me vio de pie, no tiraron más piedras.» 6
(1) Esta publicada al castellano en una obra que contiene relatos de varios viajes, editada por el Ayuntamiento de la Orotava, bajo la supervisión de José A. Delgado Luis, en el año 2002. (2) Opus cit, pp 25-27. (3) Opus cit, pp 27-29. (4) Opus cit, pp 29-31. (5) Opus cit, pp 31-32. (6) Opus cit, pp 41-45.
José Luis Fortes Gutiérrez
Teólogo e historiador