Siglos XVI y XVII
En el mundo evangélico estamos acostumbrados a ver a menudo como personas que no toman en cuenta a Dios de forma adecuada se convierten a Jesucristo. Si hacemos un análisis religioso del asunto, tomando en cuenta nuestro contexto occidental cristiano, estas conversiones se realizan desde el catolicismo nominal al protestantismo militante. Y es que en España, como en otras muchas partes, «no tomar en cuenta a Dios de forma adecuada» y «ser católico nominal» es, por lo general, lo mismo. Vistas así las cosas, no es de extrañar que una gran parte de los que somos evangélicos en España o en Canarias provengamos del catolicismo y que, por lo tanto, nos parezca que lo normal sea que los católicos se conviertan a Jesucristo y pasen a engrosar las filas del protestantismo y no al revés.
Sin embargo esto no ha sido siempre así, pues sabemos por las fuentes históricas que en el siglo XVI y principios del XVII [1] en Canarias se produjo un trasvase de protestantes al catolicismo. Obviamente esta afirmación requiere de sus matizaciones, sobre todo porque los historiadores que usan el término «conversiones» para referirse a este hecho lo hacen desde una perspectiva social solamente y no incluyen en su análisis la religiosa.[2] Con esto queremos decir que el término «conversión» es empleado sólo para significar que una persona pasa de una religión a otra, sin entrar en consideraciones sobre actos espirituales y de fe voluntarios.
El término «conversión», tal y como se emplea en el Nuevo Testamento, supone un acto voluntario de compresión del Evangelio por el que se abraza la fe en Jesucristo desde un reconocimiento de pecado y se abandona toda vana confianza (Hch 3.19) (1 Tes 1.9-10). ¿Fue esto lo que les sucedió a los protestantes que se «pasaron» al catolicismo en Canarias en el momento histórico arriba mencionado? ¡En ninguna manera! Estas «conversiones» se realizaron forzadas por la tortura, y sobre todo, por el miedo a morir en la hoguera. Sobre ello dice A. Millares de Torres: «Tomás Jiménez, flamenco, marinero del Prima Rosa, de diecinueve años de edad. Fue acusado de luterano y de haber dicho que la Reina de Inglaterra era mejor cristiana que la Reina de España. Negó todo y se votó a tormento. Dice la relación de su causa: -‘y después, en dicho tormento y puesto en el potro, a las dos vueltas, confesó lo mismo que los testigos habían dicho, y que había observado la nueva religión de Inglaterra, y que se había callado todo hasta aquel momento de miedo de lo que le podían hacer, y que todo le pesaba, y pedía conmiseración; suspendióse el tormento, y ratificóse.’ Fue condenado a recibir cien azotes y a cinco años de galeras.» Más adelante el mismo autor habla de otro caso semejante: «Juan Gold, inglés, tripulante de la misma nave; puesto a tormento, reconoció sus errores, y se convirtió al catolicismo. Se le impusieron tres años de galeras.» [3]
Una evidencia abrumadora que muestra como en el período mencionado la Inquisición no daba más que dos alternativas a los reos: pasar a formar parte del catolicismo o morir a través del más feroz tormento, la encontramos en el proceso a Gaspar Nicolás Claysen, capitán de un navío mercante procedente de Flandes. Dice de él A. Millares Torres: «Poco menos de un año duró su proceso, en cuyas audiencias sostuvo con entereza la doctrina, que el creía de indubitable verdad, y por la cual iba a dar honor y su vida. Destrozóle el tormento los miembros, y el martirio moral de su prisión torturó su alma sin que uno ni otro pudiesen hacerle vacilar en su inquebrantable propósito. /…/ La pertinencia del reo, y su negativa constante a entrar en el gremio de la Iglesia católica, dio lugar a que sus jueces se vieran obligados a castigarle con la pena del fuego; y en su virtud, fue relajado al brazo seglar, para que su cuerpo vivo fuese reducido a cenizas.» [4] ¡Este era el final de todo protestante que se mantenía firme en sus convicciones! Por tanto no nos ha de extrañar que aquellos que no tenían el valor y la fe suficiente para enfrentarse a la tortura terminasen claudicando ante sus verdugos.
A partir de los primeros años del siglo XVII el carácter de esas «conversiones» cambiará, porque la presencia de protestantes extranjeros en tierras hispanas estará regulada por acuerdos entre la corona española y las naciones europeas. En consecuencia, el paso de protestantes al catolicismo se producirá en el marco de una menor hostilidad hacia ellos y vendrá a ser un «mecanismo, no cotidiano pero tampoco extraordinario, de integración de extranjeros en la sociedad española.» [5]
En cuanto al móvil de esas «conversiones», según la versión de la iglesia romana fue el deseo de profesar la religión católica por parte de los protestantes. Pero por las fuentes podemos saber que otras pudieron ser las causas que movieron a la mayoría de aquellos protestantes a cambiar de credo. Entre ellas están las siguientes: 1) La invitación o presión que hacía la iglesia católica a las personas gravemente enfermas o moribundas a pasarse al catolicismo. 2) El deseo de los marineros desertores o abandonados por sus barcos, por ser delincuentes o prisioneros de guerra, de evitar cualquier posible daño por las autoridades inquisitoriales o librarse de las penas que merecían sus anteriores delitos, les llevó a buscar la integración en la iglesia católica como un recurso para empezar una nueva vida en Canarias. La Inquisición estimaba que la comisión de algunas faltas «era el resultado de creencias equivocadas sobre los misterios, preceptos o ritos contra los que se había pecado. De ahí que la abjuración de los pasados errores, la declaración de los artículos de fe, la confesión sacramental y la posterior instrucción -todo lo cual se hacía en las reducciones o a continuación de ellas- serían remedio y medicina suficientes» [6] 3) El ardid de soldados que para poder alistarse en los ejércitos españoles fingen ser católicos. 4) La mala instrucción religiosa de menores de edad que aceptan la fe que se les propone como la mejor en una sociedad que rechaza como perversa toda fe contraria a la católica. 5) El interés de algunas personas por avecindarse en las islas en plena integración social.[7]
Por último, sobre la nacionalidad de los protestantes reducidos [8] al catolicismo hasta principios del siglo XVII, fue mayoritariamente de británicos con un 76% del total de las «conversiones», seguidos de los holandeses con un 14%. El 10% restante se distribuye entre alemanes, suecos, franceses, flamencos, noruegos y algunos canarios. Entre los casos de protestantes canarios reducidos al catolicismo en este periodo hasta este momento tenemos contabilizados con certeza dos casos, y de los cuales hemos hablado en artículos anteriores, el de un médico de la Orotava llamado Nicolás Durán, procesado en 1656; y el de un marino o corsario tinerfeño llamado Juan de Estrada, procesado en 1657. Ambos fueron acusados de proposiciones protestantes y después de varias sesiones de interrogatorios inquisitoriales terminaron declarándose católicos. Pero no debemos olvidar que hay un tercer caso, al que intentamos seguirle la pista en los archivos, el del comerciante tinerfeño Pedro Bolinao, que en 1628 fue absuelto a pesar de haber sido acusado de protestantismo, lo que nos induce a pensar que también podríamos estar hablando de alguien que fue obligado a reducirse al catolicismo.
José Luis Fortes Gutiérrez
Teólogo e historiador
[1] También en época posterior, pero de ello hablaremos más adelante.
[2] Francisco Fajardo Spínola: Las Conversiones de protestantes en Canarias. Siglos XVII y XVIII, Ed. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1996.
[3] A. Millares de Torres: Historia de la Inquisición en las Islas Canarias, vol. II, pp 90-92, Ed. Benchomo, Tenerife, 1.981.
[4] A. Millares de Torres, Opus cit., tomo III, pp 13-15.
[5] Francisco Fajardo Spínola, Opus cit., pp 9-10, Ed.
[6] Francisco Fajardo Spínola, Opus cit., p 71.
[7] Ibídem, pp 43-98.
[8] Término que aparece en las fuentes para hablar de estos conversos.