Historia del Protestantismo en Canarias. Tema 8. Primeros protestantes canarios

Siglos XVI y XVII

A partir del año 1630, firmada la paz con Inglaterra y renovadas las garantías de 1604, los protestantes extranjeros residentes en Canarias disfrutan de ciertas prerrogativas que les permiten gozar de cierta libertad, tanto en el ámbito laboral mercantil como en los aspectos más cotidianos de la vida. Entre 1640 y 1700 no hubo protestantes en las cárceles inquisitoriales canarias. En esos años sólo hubo ocho procesos instruidos a protestantes extranjeros y todos terminaron en suspensión. La Inquisición, como el resto de la sociedad Canaria, necesitaba a los protestantes para el comercio de las islas con Indias. Sin ese comercio, decía Millares de Torres, «las islas se arruinarían y despoblarían». Por esas fechas residían en Canarias más de 100 protestantes, entre ingleses y holandeses, que contaban con la presencia de un pastor, un médico, casas de recreo, bibliotecas y un cementerio en el Puerto de la Cruz. A bordo de lo barcos, y puede que también en tierra a pesar de las prohibiciones, celebraban ceremonias religiosas, como bodas y bautismos, que reunían a grupos de personas relativamente grandes para lo que permitían las circunstancias del momento del que estamos hablando.

En estos tiempos «de paces» era frecuente que algunos mercaderes canarios enviasen a sus hijos a Inglaterra con el propósito de que aprendieran la lengua inglesa y así facilitar las relaciones comerciales con los ingleses. Esto hizo que algunos canarios entrasen en contacto con las enseñanzas de los protestantes y llegasen a abrazar su fe. La Iglesia de Roma a través del Santo Oficio estuvo muy atenta para intervenir con estos casos y procuró sofocar todos aquellos de los que tuvo conocimiento. Así ocurrió con un joven lagunero de 21 años llamado Juan de Estrada, al que  el Tribunal de la Inquisición de la ciudad colombiana de Santa Marta inicio un proceso en 1655 bajo la acusación de hereje por pertenecer a la secta protestante. [1]

Fragmento inédito del acta de la Inquisición contra el canario Juan de Estrada

En su comparencia ante los inquisidores Juan de Estrada contó dos versiones de cómo llegó a ser protestante. No debemos olvidar que las testificaciones de los reos se hacían mediante torturas que les llevaban a confesar todo lo que sus verdugos querían oír. En la primera confesión el joven tinerfeño presentó la versión de que 18 meses antes de ser arrestado había ido a Inglaterra para aprender la lengua. Allí fue reclutado a la fuerza para formar parte de una armada que se dirigía hacía Indias. De camino, y en la nave en la que viajaba, un ministro de culto protestante le persuadió para que abandonara el catolicismo y se hiciera protestante. Este usaba un libro grande, que contenía una disputa entre un clérigo católico y un ministro protestante, en el que se afirmaba que los católicos erraban al adorar a las imágenes y al pedirles que intercedieran por ellos ante Jesucristo. Decía que solamente se debía adorar a Dios, que no se debía adorar imágenes y que no se debía obedecer al Papa pues no era vicario de Cristo. También le leía la Biblia y le decía que  estaba equivocado y ciego si no quería creer para bien de su alma.

No satisfechos con la versión presentada por el reo, sus jueces buscaron testigos contra él. Unos prisioneros, capturados por el barco corsario inglés de camino a Barbados, testificaron en contra de Juan declarando que le vieron participar en los actos de cultos que los protestantes observaban todos los domingos, que le vieron leer libros heréticos, que comprobaron el enorme aprecio que le tenía el capitán, tanto que estaba haciendo preparativos para darle clases de esgrima, y que le dieron y tomó parte del botín obtenido. Juan de Estrada negó haber procedido con libertad en todos los hechos mencionados y añadió como prueba que al llegar a Santa Marta se escapó del barco huyendo de sus raptores. Después pidió perdón y misericordia al tribunal y terminó el interrogatorio.

En audiencia posterior Juan de Estrada cambio la versión. Dijo que entre el año 1644 a 1645, cuando tenía tan solo diez u once años de edad, fue llevado desde Tenerife a Inglaterra por su amo Leonardo Clerque, quien, una vez allí y por motivos de viaje, le dejó al cuidado de un sobrino suyo llamado Samuel Clerque. Este, que era protestante, procuró adoctrinarle a la fe evangélica. Por el testimonio que dio el propio Juan a la Inquisición sabemos algunos detalles interesantes de cómo se produjo esa labor de evangelización.  Lo primero que hizo Samuel fue explicar al joven lagunero que muchas de las creencias y prácticas católicas en las que había sido educado eran contrarias a la enseñanza de la Biblia. Con bastante lujo de detalles Juan relata como se produjo su adhesión al protestantismo, mencionando de memoria diferentes pasajes de la Biblia que, a pesar de no citar sus referencias, son perfectamente identificables de modo que podemos saber que se tratan de Éxodo 20, Mateo 4.1-11, Marcos 3.31-45. A través de ellos y otros textos Samuel le enseñó que el segundo mandamiento de la ley de Dios prohibía hacer, adorar y reverenciar imágenes; que no se debía rogar por los muertos, pues estos al instante de morir van al cielo o al infierno, según hayan creído o no en Jesús durante sus vidas, y que por tanto no había purgatorio; que la misa en latín no tenía sentido porque al no ser entendida no aprovechaba; que nadie debía confesarse a ningún hombre sino sólo a Dios; que no se debía prohibir comer carne en cuaresma, porque lo que entraba en el cuerpo no dañaba al alma, y otras cosas semejantes.

Con las argumentaciones teológicas anteriores Juan de Estrada fue llevado a la fe evangélica. Acto seguido Samuel Clerque le regaló una Biblia en castellano.  Durante cinco años participó públicamente en Inglaterra de todo tipo de actos de culto protestantes hasta que volvió a Tenerife cuando tenía 16 años de edad. Una vez en su tierra natal aseguró al tribunal que le juzgaba que, aunque leyó la Biblia y algunos libros protestantes en lengua inglesa, y aunque no comía carne ni tomaba bulas, nunca habló a nadie de las doctrinas protestantes. Y no sólo eso, sino que se comportó como un verdadero católico yendo a misa, confesándose y comulgando periódicamente. En definitiva, les aseguró que realmente era católico y que su adhesión al protestantismo fue meramente circunstancial. No sabemos el grado de veracidad de estas cosas, pues hay que tomar en cuenta que la Inquisición ejercía todo tipo de presiones físicas y psicológicas para conseguir que los reos se retractasen y volviesen al redil católico. El caso es que en agosto de 1657 se leyó la sentencia. A Juan de Estrada se le condenó a que abjurase formalmente, llevando sambenito, y se le confiscaron sus bienes, que no debían ser muchos. Un mes después fue entregado a un convento de Santo Domingo para ser instruido en la fe católica.

¿Qué fue de Juan de Estrada? ¿Abandonó definitivamente las filas protestantes ante la presión inquisitorial? ¡Ojalá posteriores investigaciones nos permitan conocer algo más sobre qué fue de este joven creyente tinerfeño! Pero de momento, no debemos olvidar que no todos los cristianos tienen capacidad de ser mártires y de ser fieles hasta la muerte. Una negación temporal del Señor no significa un abandono total de la fe en él. El propio apóstol Pedro negó a Jesús en tres ocasiones y después volvió con mayor fuerza y fe a sus caminos. No nos corresponde ser jueces de aquellos que abrazaron la fe evangélica en tiempos en los que ser creyentes implicaba poner en riesgo la vida propia. En todo caso juzguemos que tipo de creyentes somos nosotros en tiempos de libertades.

José Luis Fortes Gutiérrez

Teólogo e historiador


[1] ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, Inquisición, Leg. 1022, Relación de causas de fe de Cartagena de Indias (1655-1667).

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